Cicatrices del pasado

sábado, 1 de diciembre de 2012

Raquel es una empleada de una entidad bancaria de la población de San Juan del Puerto, provincia de Huelva. En apenas unos minutos en la oficina en la que trabaja uno observa su ajetreada forma de trabajar: conversa con un cliente desde su silla, se levanta, se acerca al cajero, asesora a su cliente, ávidamente se acerca de nuevo a su mostrador, hojea los distintos impresos, selecciona el adecuado, se acerca de nuevo con el cliente, le resuelve rápidamente su consulta, vuelve a su puesto, se sienta, una vez más, se levanta..

La oficina poco a poco se va despejando de clientes, pero un hecho me llama la atención. Un señor, con una edad cercana a la octena de años, permanece sentado en uno de los asientos mientras aguarda su turno. La cola va avanzando y apenas un cliente más se interpone en el momento en el que le toque ser atendido. Sin embargo, ve como la empleada de la sucursal bancaria, una vez más, se levanta con un ritmo frenético, casi corriendo, con sus elevados zapatos de tacón, hacia un mueble separado apenas a tres metros de su asiento, a lo que el señor, que tan pacientemente había observado cómo circulaban los clientes que se apostaban delante de él, le comenta en un tono un tanto pausado:

No corras tanto, que vas siempre corriendo a todos lados.

Habrá que moverse, que, si no, el cuerpo tantas horas aquí parado... —le responde Raquel agradablemente al señor, al cual parecía conocer, dándole a entender lo poco saludable que resultaría para su cuerpo actuar de diferente manera.

El hombre rápidamente le devuelve la respuesta:

¡OJÚ!

Entonces, el silencio se apodera de la oficina mientras el rostro del señor languidece y, lentamente, agacha la cabeza sumido en sus pensamientos, en los que quizá recordara la vitalidad perdida de la que gozó en el pasado.

¿Dónde está el límite?

sábado, 24 de noviembre de 2012

Me gustaría estrenar este blog con una de las historias más bonitas que he podido contemplar, además, si llegas a conocer, aunque sea por unos días, a esa persona y te das cuenta que es un magnífico ser humano con el cual aún puedo mantener contacto vía Facebook, hace que aún sea más especial.

Esta historia pude descubrirla en el Camino de Santiago durante el año 2010. Habían transcurrido varios días caminando y mis pies estaban absolutamente doloridos. Mientras caminaba, con el cuerpo caliente, podía soportar el dolor, pero una vez que paraba, el dar un sólo paso se hacía insufrible. Pese a todo, los días pasaban y me acercaba un poco más a Santiago de Compostela. A todo esto, iba conociendo cada día a más personas, una de ellas, la persona a la que va dedicada esta entrada.


Llegando a O Cebreiro tras siete horas de camino ese día y con 30 Km. en las piernas, me acerqué a comer a uno de los bares de este magnífico pueblo. A la salida de él, con el cuerpo totalmente frío, comenzó la tortura de vuelta hacia el albergue. Sin embargo, acercándome a él, estaban dos compañeros de Camino que incluso se tomaron la molestia de aplaudirme, lo cual hizo que aquel dolor se transformara en sonrisa. 

Pues bien, uno de esos dos compañeros se llamaba Raúl, en apariencia tan normal como cualquier caminante. Hablando con él ese día y al siguiente, me comentaba lo mucho que le costó subir el puerto de O Cebreiro y como una peregrina de nacionalidad italiana le ayudó a superar tal escollo. Si no fuera por lo que me contó un día más tarde, hubiera sido una historia más de cualquier peregrino sufriendo las rampas de este complicado tramo del Camino.

Volviendo a recordar aquel día, ya decidió mostrarme el porqué de su dificultad. En su pecho figuraba la cicatriz dejada por una operación de aneurisma de aorta e implantación de válvula, así como otra más pequeña para la colocación de un marcapasos. En aquel momento pensé que todo el dolor que mi cuerpo había cargado hasta ese día era tan liviano como una pluma y me di cuenta que, normalmente, la dureza de este itinerario puede ser salvado mientras así lo anheles y tus fuerzas no te abandonen.

Unos días más tarde, esta persona y yo pudimos contemplar la Catedral de Santiago y así obtener nuestra Compostela, en la cual, aunque no esté escrito físicamente, siempre residirá el nombre de este gran peregrino, compañero y ser humano: Raúl.

Prólogo

viernes, 23 de noviembre de 2012

Como canta ese gran referente para el rock español, Rosendo Mercado: "Siempre hay una historia que ofrecer". Eso nos ocurre cada día, en cada lugar que visitamos, encontramos miles de historias. Algunas nos pueden parecer insignificantes y otras se nos quedan grabadas por el resto de nuestra vida. Me considero una persona normal, más observador que dialogante. Y de ahí surge esta nueva idea para el blog, de cada persona que se cruza en mi camino y deja una pequeña huella.
Historias tristes, alegres, científicas, religiosas, políticas, cotidianas, etc., pero, al fin y al cabo, historias. Os invito a que, poco a poco, vayáis descubriéndolas, que, poco a poco, conozcamos el mundo.